El invierno será frío. Será duro y frío. Quizás, Andie pueda contarme alguno de sus relatos de navidad, pero ya está. Será una estación larga.
Él es mi hermano mayor. Fue a la escuela, pero tan sólo dos años. Luego nos trasladamos con el nacimiento de mi primera hermana a la casa en la que hoy día vivimos. Mañana será mi primer día en la fábrica.
¿Cómo ha podido pasar todo tan rápido? Cuando nací, aunque no lo recuerdo bien, eran tiempos mejores. Me refiero a cuando tenía tres años. Aún no vivíamos aquí, y comíamos mejor.
Andie ha cambiado mucho desde que dejó la escuela. Desde que empezó a trabajar, casi no lo veo. Casi no hablo con él, porque cuando llega a casa, está tan cansado que se va a la cama sin cenar. Está siempre enfadado y sucio, echando pestes del patrón, y sus ojos han perdido el brillo que antes tanto les caracterizaba. Sus grandes y expresivos ojos marrones.
Lo que yo decía. Entran Madre y él por la puerta, cerrando bruscamente. Entre las ropas de Madre, está Annie, mi hermanita. Que nunca vio la casa del campo. El campo, era frío, pero había comida. Teníamos ovejas, todas blancas y muy bonitas. Mi padre me enseñó a ordeñar, pero cuando aprendí a hacerlo con soltura, Madre ya estaba encinta.
Conseguimos, conseguimos esta casa. Y Padre empezó a ir al bar de la esquina, y a volver con un olor extraño y penetrante, de mal humor, gritando por cualquier cosa. Hasta que un día, Madre no le dejó entrar a casa. Recuerdo que nos dijo que nos quedáramos en cama con los oídos tapados, pero Andie no se los tapó.
