Capítulo
primero.
Todos
los recuerdos son la herencia de nuestra historia. Se quedan en
nuestra memoria por un tiempo, ¿quién realmente sabe cuanto? Y
luego, nos limitamos a recurrir a ellos, en un esfuerzo vano por
aprender por nuestros propios errores.
Mi
historia comienza un caluroso último día de Agosto. Me acuerdo
perfectamente, a primera hora de la mañana me levanté, llena de
ganas por comerme el mundo, ilusionada. Mi habitación, tenía las
paredes pintadas de un ácido azul turquesa y por aquel entonces
realmente el color no se podía apreciar bien porque tenía decenas
de pósters de películas colgados por doquier. Mi preferido, era un
gran cartel de “A hard day's night”, que mediante cinta adhesiva
estaba colocado en la puerta. Mis padres son los dueños del
videoclub del barrio, así que los pósters son un pequeño punto a
favor, pero ellos no suelen estar en casa, el trabajo es aterrador,
por lo que nunca me suele faltar nada que no sean ellos mismos. Me
refregué los ojos con las manos y inspiré profundamente,no me
gustaba pensar en ese tema. Todo se calmó más cuando noté un
penetrante olor a gofres, que bañaba la habitación. Acto seguido,
sentí ganas de devorar, había pasado una mala noche, por todos los
nervios, y necesitaba fuerzas por cualquier fuente. Me calcé las
zapatillas, bastante metódica y corrí hacia la cocina, donde mi
padre, con su delantal a cuadros verdes y naranjas se movía
ágilmente por todos los estantes, colocando y mezclando en la
encimera...
Advirtió
mi presencia. Se paro, mirándome, y ninguno de los dos medió
palabra. Sonreímos y después de un largo minuto, me dijo:
-El
tiempo pasa muy rápido, Eli.
Miré
hacia abajo, cogí un plato y me lo llevé al salón. Había un gran
sofá de color crema, que había estado allí durante toda mi vida.
Encendí el televisor, pero no presté atención alguna. Sólo
necesitaba algo de ruido, algo en lo que centrarme para no ponerme a
pensar y volverme loca por completo, con todo el miedo que
últimamente me está entrando.
Estaréis
preguntando que porqué estaba tan nerviosa, ¿no? La explicación es
bastante sencilla; en tercero de secundaria había solicitado una
beca que consistía básicamente en pasar
un año en “La Gran Manzana”, estudiando el primer grado de
Bachillerato. Los principales motivos eran desarrollarnos tanto como
a nivel académico como a nivel personal. Envié la solicitud, sólo
por probar suerte, para mí fue como comprar un billete de lotería,
no esperaba para nada una respuesta que no fuera de agradecimiento
por mi entusiasmo. El día que me llegó la carta, fue mágico. Fue
un sueño, hecho realidad. Mi madre, me llamó a que bajara al local
y allí estaba ella, con el sobre en la mano. Recuerdo ese día con
melancolía.
Una
vez acabado el desayuno, tocaba hacer la maleta. Había dejado
algunas cosas por meter, como el neceser o útiles por el estilo. La
organización de la beca se encargaba de amueblar un piso para mi
uso, cosa de la que estaba muy agradecida. Sola, directamente, habría
sido imposible llevarlo a cabo. Fui haciendo una lista con todo lo
que necesitaba, la seguridad de saber que nada se me quedaba, me
reconfortó. La necesitaba, porque mi mundo no paraba de cambiar. Me
había pasado este mes recibiendo instrucciones sobre todas las cosas
que debíamos hacer, cómo proceder al llegar al piso... Seguí
escribiendo en el cuaderno amarillo canario los nombres. Me llevé
las manos a la cabeza, cansada. El sueño, se dejaba notar, así que
me tumbé un momento sobre la cama para reflexionar y me detuve a
escuchar el ruido que entraba por la ventana. Alguien había sacado a
pasear al perro, que no paraba de ladrar. Había obras un par de
calles más a la derecha y la niña del octavo seguía empeñada en
aprender a tocar el trombón. Quizás, debería probar con otras
partituras en vez de repetir “My heart will go on” hasta la
saciedad. Aún así ese era, por decirlo de alguna manera, mi
hábitat. Traté de guardar aquel momento, muy dentro de mi, porque
aunque sólo fuera a estudiar un año, yo tenía la sensación de que
mi vida en el mundo exterior empezaba. Que no había marcha atrás.
Poco a poco, me quedé completamente dormida.